
el dragón nunca murió
Nut, diosa del cielo y los astros, vio desde su hogar en las alturas cómo un dragón moría para salvar al ser querido; en su infinita bondad, ella decidió que no fuese así. Y en previsión de futuros acontecimientos que no podían (ni debían) ser revelados aún, decidió otorgarle un poder a Kisara: alguien renacería, en cada ciclo, en cada vida, alguien crucial para que Egipto no fuese dominado por las sombras.
La misión del Dragón, sería proteger a esa persona, que el ciclo natural de las cosas no se viese alterado por los viles ardides que la oscuridad intentaría tenderles, de separar, como ella, las barreras del caos.
Formaría así parte de una historia que ella, como todo Egipto, había olvidad por mandato de los dioses... Pero incluso ellos sabían que una vez la verdad se abriese paso, se libraría una guerra, y más les valía tener sus conciencias sobre la tierra antes que el mal encarnado en serpiente.
Pero su espíritu y su alma trascendería durante las vidas y los ciclos en la imagen de piedra en la que fue encerrada, y más adelante, en la época de Yugi Muto, dentro de una y solo una de las tres cartas de Dragón Blanco de Ojos Azules que posee Seto Kaiba.
Asimismo, el espíritu del dragón y ella pasaron a ser uno, podría tanto invocarlo como un monstruo incluso sin la carta o tabla, como transformarse ella misma en uno... Con la contrapartida de que su cuerpo humano sufriría después los daños que sufrió como dragón, y que el proceso de dragonificación, en sus etapas iniciales, resulta sumamente doloroso... Y así será hasta que lo controle a la perfección.
